Curioso cómo uno llega a establecer una relación con un perfecto desconocido.
¿Cuántos de nuestros conocidos son conocidos nuestros por iniciativa propia?
No hablo de aquel amigo que se volvió tal porque era amigo de otro amigo tuyo, que te lo presentó. No hablo de los compañeros del colegio o de la universidad, que son tus amigos porque el mismo ambiente académico propicia esa amistad. Ni de la gente que vive en tu barrio, porque vive en tu barrio. Ni los hijos, hermanos, cuñados, conocidos, ex-novias, mascotas y demás de tíos, vecinos, amigos de papi y mami califican.
Amigos (o tan siquiera conocidos) que son tales porque uno los vio en la calle y empezó a hablar con ellos. Así, de la nada, entran en tu vida.
¿O eso pasa sólo en las películas?
Cuando yo estoy esperando en los alrededores de la Sabana a que me recoja el bus para dejarme en el brete, dispongo de cierto tiempo mientras espero. El otro día me divertía tratando de darle pedazos de coco a una ardilla recelosa que me miraba con aprensión desde un árbol. No tuve éxito, tiré el coco y la ardilla se abalanzó sobre él ipso facto.
Me dirijo entonces a la parada. Ahí está el viejo que todas las mañanas aparece ahí a acompañar a su esposa/novia/hermana, lo que sea que sea, a tomar el bus. La mujer se sube. El viejo, al parecer, estuvo viéndome hacer el idiota tratando de alimentar a la ardilla.
"¿Cuánto vale el agua de pipa?"
-Ni idea, señor.
Claro que no lo sé. El coco lo recogí de un basurero. Pero eso no se lo digo al viejo.
Viejito listo como es, con la experiencia de unos 200 años de vida a sus espaldas, se da cuenta inmediatamente por mi tono y mi pronunciación que no soy normal.
"¿Es usted sordo?"
:s
Increíble. Son pocas las personas que se dan cuenta de esto al instante con sólo oírme.
"Usted sabe que existen tratamientos alternativos para problemas de ese tipo..."
-Homeopatía, por ejemplo?
"Ese es uno. Hay muchos. La magnetoterapia, por otro lado..."
Así continúa la conversación. No es posible. Hablamos como dos personajes de un libro.
Eso fue hace tres días. Desde entonces, este señor ha averiguado de mí mi nombre, que me voy a hacer la operación, mi edad, que he estado de viaje en Israel, que me gusta leer a Asimov, que estudio diseño en la Veritas, y que trabajo en este momento de diseñador, y otros cuantos detalles que mucha gente que me conoce desde hace años no ha llegado a saber jamás.
Yo, por otro lado, sé que se llama Carlos, que es de Montevideo, Uruguay y ha venido aquí hace unos meses con intención de quedarse de por vida (que talvez no sea mucho), que es ateo, que creció en un barrio judío, que de pequeño lo metieron de hojalatero en la familia y ahora además, es plomero, que lee mucho y su principal hobby es estudiar métodos alternativos de medicina en sus ratos libres, entre otro poco de cosas. En estos días me ha dado en las mañanas material de referencia sobre magnetoterapia, fotocopias, datos, referencias bibliográficas y más sobre el tratamiento de problemas corporales con imanes. Parece decidido a convencerme de que no necesito hacerme la operación. Mmmmm. No sé cómo decirle que no me interesa ponerme imanes en el cuerpo y esperar unos años a ver si funciona. Su entusiasmo me desanima a decirle tal cosa. Además, es en cierto modo interesante hablar con él.
Porque es un extraño total de la calle.
Vamos a ver adónde lleva esto. Espero no terminar violado o abducido por alienígenas o algo así. Es un mundo extraño.